lunes, 17 de noviembre de 2008

¡Último momento!

Cada cuatro meses yo iba a visitar a mi madre. Me despertaba muy temprano y salía para su casa. Ayer, tuve muchas ganas de irla a visitar y como salí tan rápido me olvide las llaves de su casa. Entonces, toqué el timbre y no me contestaba nadie, pensé que quizás estaba durmiendo. Por lo tanto, volví a mi casa, tomé las llaves y regresé. Abrí la puerta y encontré un vino abierto sobre la mesa y sangre por toda la casa. Me desesperé y comencé a buscar a mi mamá. No la encontraba por ningún lado, hasta que la encontré debajo de su cama. Tenía un tiro en el corazón y había una carta sobre ella que decía: “MATARÉ A TODOS LOS QUE QUEDAN DE LA FAMILIA”, estaba escrito con su propia sangre, por lo tanto, cuando levante el mensaje empezó a gotear.
Empecé a buscar haber si había alguien, pero lamentablemente los asesinos se habían ido. Agarré el cuerpo de mi mamá, lo puse en una bolsa y me fui con ella hacia la casa de mi hermana. Cuando llegué le conté todo lo sucedido y ella me dijo:
- Yo tengo un amigo que nos puede ayudar, es detective. Vive cerca de acá, vamos a visitarlo.
- Bueno, está bien- le dije sorprendido.
Fuimos a la casa de su amigo, John Kingston, y le contamos todo detalladamente. Nos respondió:
- Necesito ir a revisar el lugar para sacar pistas.
- Vayamos ahora, no dejemos tiempo que correr! – dije entusiasmado.
Fuimos allí y como le conté a John que mi mamá no tomaba vinos, él sabía que el vino era de los asesinos. Como el detective sabía de vinos, pudimos saber que ese vino era italiano.
Nos dijo lo siguiente:
- Los asesinos deben ser italianos y deben tocar en una banda música ya que se ve que se habían olvidado una guitarra que tenía stiquers con palabras italianas. Había también un sombrero que tenía dentro de él pelos blancos y dijo que la gente de pelos blancos, comúnmente tiene entre treinta y cuarenta años. Había una lapicera de oro, entonces se iba a fijar si encontraba una huella digital.
Cuando él hizo eso, pudo descubrir que el asesino era Charlie Gaschi y era italiano, por lo tanto, no quedaba duda de que él era el culpable. Después de enterrar a mi mamá, sacamos los pasajes y nos fuimos para Italia y averiguamos todo sobre él. Nos dijeron que trabajaba en una librería llamada “WATTIRLE”, entonces fuimos allá y nos encontramos con él. A pesar de que yo estaba muy dolido, tenía fuerzas para averiguar el crimen ocurrido. Lo agarré del cuello y le dije:
- ¿Por qué mataste a mi mamá? Sos un asesino! , llamen a la policía!
- ¿Cómo sabes que fui yo? Yo no hice nada. ¿Qué pruebas tenes? –me dijo.
- Por ejemplo, que te olvidaste una lapicera de oro en su casa y sacamos las huellas digitales y eran tuyas. También un guitarra-le dije.
Él me contó que la única vez que vendió una lapicera de oro fue a un cantante famoso que se llama “CLINTON”. Nos dio sus datos y su dirección y lo fuimos a buscar. Llegamos a su edificio y estaba el portero muy apurado que se iba. Subimos a su departamento y no respondía nadie. Tiramos la puerta abajo, y encontramos una carta que le dejó a su esposa y decía: “MI AMOR, ME VOY A ESCAPAR POR UNOS DÍAS, ME DISFRASÉ DE PORTERO Y ME FUÍ, NO INTENTES BUSCARME”
Pensamos que nunca lo íbamos a poder encontrar pero nos fuimos muy rápido del edificio y lo empezamos a seguir. Cuando lo agarramos, lo llevamos a la cárcel y quedó allí. No tuve tiempo para preguntar porqué había matado a mi madre.
Ahora, estoy un poco más tranquilo porque ese señor no va a poder matar a toda mi familia. Pero estoy muy triste por lo sucedido. Ojalá pueda averiguar la razón de su muerte.
Jessica Polakoff y Karen Hansman 2ºH

14 de octubre de 2008 12:42

domingo, 16 de noviembre de 2008

Contra la espada y la pared

Eran exactamente las 10:30 de la noche, cuando recibí la peor noticia de mi vida:
“Su padre está muerto, fue brutalmente asesinado mientras trabajaba en su negocio. Se le encontró una herida de espada que atravesó su corazón…”
Con toda la desazón que tenía, no dude ni un instante en llamar a Hugo Daba, mi amigo, que sin ningún problema me ayudaría. Lo llamé. Como era de costumbre, estaba leyendo uno de esos libros antiguos que el lee, pero me contestó sin enfurecerse.
Llegó lo más rápido que pudo para investigar juntos. Me dijo que me tranquilizarla, que todo estaría bien, que son cosas que pasan. Tomé coraje, y partimos juntos hacia la escena del crimen.
Una vez que llegamos, vimos a Javier, el hermano de Hugo, hablando con un policía, pero no le dimos importancia, nuestra meta era, claramente, otra.
Definitivamente, era su cuerpo, el de mi padre, tal como había sido detallado en la carta.
En el suelo estaba la espada con la que habían asesinado a mi pobre padre. Hugo me dijo que tomara nota de todo y que levante la espada con cuidado que la llevaríamos para examinar, pero él se había quedad confundido con la imagen de su hermano y el policía. Algo tenía en mente, algo había descubierto, pero era muy cauto. También me pidió que averigüe los datos de la espada, cuando había sido comprada, que marca, en que negocio, y demás…
Por suerte, el gran tesoro del negocio estaba bien, sin ningún daño. Luego de una serie de examinaciones más, regresamos a mi casa, y él luego partió hacia la suya. Se le notaba en el rostro que ya tenía una idea de cómo sucedieron las cosas en el asesinato, pero no animé a preguntarle. Tragué toda la bronca y tristeza acumulada y ya con la mente tranquila logré deducir que habían asesinado a mi padre para llegar al gran tesoro, el libro de Napoleón, pero la policía había llegado a tiempo y por eso el libro se encontraba sin daños. A la mañana siguiente Hugo me llamó y me pidió que averiguara los datos del policía que se hallaba con su hermano. Cortó rápidamente. Una vez finalizado su llamado, me llamo Javier, su hermano, para darme el pésame, para decirme que lo sentía mucho, le agradecí y corté. Lo que me pregunté fue ¿Por qué no me hablo el mismo día del crimen? ¿Qué hacía él en la escena del crimen?
Decidí comunicarle esto a Hugo.
Luego, me fui hacia la comisaría, tal como me lo había pedido y los oficiales me mostraron quince fotografías, que eran todos los oficiales que trabajaban en la zona y luego de tanto buscar, lo encontré. Su nombre era Willy Gasquet.
Lo llamé a Hugo y cuando le pase estos datos dijo:
- ¡Bingo! El caso está cerrado.
Me salió una sonrisa en la cara, y le pregunté quien era, y con una voz penosa, me respondió:
- Javier, mi hermano
Me dirigí hacia su casa para que me explicara todo su procedimiento en la investigación. Me lo contó, estaba en lo cierto.
- Resulta que cuando llegué a mi casa, vi al policía con el que mi hermano había estado charlando, salir con su automóvil, con una cara de malestar terrible. Ingresé a mi casa, y cuando estaba yendo a mi habitación vi la gorra de un policía, entonces confirme lo que había pensado, el policía no había estado en la casa de ningún vecino, ni por casualidad había pasado por esta calle, había entrado aquí y seguramente, habría discutido con Javier por la cara de malestar que tenía, seguramente por un tema de dinero. Cuando me dirigí hacia el sofá para distraerme y leer y pensar que fue solo coincidencia, logré ver que en el tapizado, estaba escrito: “Willy Gasquet. Oficial Nº 5, de la comisaría integral de París”. Era, según la información que me diste, el mismo que había estado en el crimen. Deduje que era la tinta de la placa que no se había terminado de secar. Había más y más pistas. Luego, cuando estaba en plena lectura, se me cruzó por la mente la imagen en que Javier me pedía dinero, y yo me negaba, ya que no me fundamentaba para que lo necesitaba. Corrí como nunca hacia la caja fuerte, y en el camino Javier me pregunto si me pasaba algo, disimule y le dije que no, una vez que llegue a la caja fuerte, ésta estaba vacía. Entonces, ¿Cómo habría logrado Javier comprar la espada y pagarle al policía para que le actúe de cómplice, si estaba falto de dinero? Obviamente que con la plata de la caja. Eso no es todo, la información que yo rescaté de la espada coincidía totalmente con el folleto que el guardo en su saco, era el folleto de la casa de espadas, en donde Javier había comprado una. Entonces lo agarre y le dije: Estás entre la espada y la pared, o te entregas, o aunque me duela, tendré que delatarte, porque por más que seas mi hermano, es mi deber. Y allí lo ves, encerrado tras las celdas.
Así terminó su relato, y salimos a caminar silenciosamente por las calles de Paris. Era un caso mas en la colección de Hugo, aunque el final no es justo el que el deseaba.
NICOLAS DABBAH

lunes, 15 de septiembre de 2008

¡Último momento!

Les propongo recordar los cuentos y novelas policiales que leímos este año y redactar noticias periodísticas. Las vamos a publicar en este blog para compartirlas con nuestros compañeros.